lunes, 11 de enero de 2016

Grandes desconocidos: Da Cortona

En esta primera entrada después de las fiestas me parece acertado presentar al gran público una Natividad. Pero no es una cualquiera. Hablo de "La Natividad", de Pietro da Cortona.

Esta pintura, fechada hacia 1658, fue un regalo para Felipe IV que le hizo el cardenal Francesco Barberini, sobrino del pontífice Urbano VIII (gran amigo y protector de personalidades como Galileo Galilei o Gianlorenzo Bernini). Tras la muerte del papa, que era conocido por sus tendencias anti-españolas, sube al trono de Pedro el filo-español Inocencio X. Gracias a esto, Felipe IV ordena la confiscación de las rentas eclesiásticas de las que Barberini gozaba en España e Italia. La reconciliación entre ambos se produjo en 1659, en parte como consecuencia de los regalos que el cardenal envió a Madrid. Entre ellos se encontraba esta pintura, cuyo soporte está formado por cuarenta y tres pequeñas placas de venturina y tres de pizarra.

La venturina, denominada así porque su producción dependía principalmente de la suerte o ventura, es una pasta de vidrio que imita los efectos de la piedra procedente de la India y Rusia a la que da nombre. Se comenzó a elaborar a principios del siglo VII en la ciudad veneciana de Murano, añadiendo óxido de cobre a la pasta de vidrio transparente. Así se conseguían característicos vidrios de intensidad variable, que Pietro da Cortona (1597-1669) aprovechó para evocar el cielo estrellado. El Museo Nacional del Prado no incluye esta pieza en su catálogo de obras maestras (cosa comprensible, ya que hay muchas otras que la superan en muchos aspectos), pero es una obra admirable y que da a conocer el significado de la belleza nada más se contempla. Tanto es así que, hasta el año 2009, "La Natividad" de Da Cortona estuvo en las salas del Tesoro del Delfín. 

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