domingo, 26 de febrero de 2017

La Diosa ancestral.... Inmaculada

Hay un par de motivos que me llevan a escribir este fin de semana esta entrada. La primera es la redacción de Símbolos del perdido Sagrado Femenino, estrechamente vinculado con el tema que tratamos hoy aquí. El segundo motivo tiene que ver con una exposición temporal que tiene lugar en el Museo del Prado hasta hoy mismo, 26 de febrero. Me estoy refiriendo a Inmaculadas, una presentación especial que tiene como objetivo mostrar las piezas donadas por Plácido Arango Arias (podéis leer aquí la review que hicimos en en este mismo blog) que están relacionadas precisamente con este motivo iconográfico: la Inmaculada Concepción. Fue éste uno de los temas más representados por los artistas españoles del Siglo de Oro, dicen que para expresar los sucesivos ideales de belleza femenina. Puede ser, no vamos a entrar a cuestionar eso. No, mi intención en esta entrada es llamar la atención de mis lectores sobre los motivos iconográficos que relacionan las Inmaculadas con el culto a la Diosa de nuestros antepasados. Y es que las primeras religiones que aparecieron en la temprana humanidad estaban dedicadas al culto a la Diosa Madre y a la feminidad como símbolo de abundancia, fecundidad y prosperidad. En Símbolos del perdido Sagrado Femenino intentamos demostrar que, a este respecto, la iconografía de las Inmaculadas está fuertemente vinculada con estos cultos antiquísimos y pre-cristianos. Es decir, paganos. Pero vayamos por partes.


"Inmaculada Concepción", de Zurbarán (1630)

Este lienzo de Zurbarán nos servirá de introducción. La Inmaculada Concepción hace referencia a una representación muy característica de la Virgen María, tal y como la vemos aquí. Todas las representaciones que se hicieron de esta temática en Europa y especialmente en España durante el Siglo de Oro están extraídas de un fragmento del Apocalipsis de Juan. En este texto, 12:1, se nos relata una visión:

<< Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer
vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y una
corona de doce estrellas sobre su cabeza... >>

Rápidamente se identificó a la Virgen María con esa "mujer", aunque Juan nunca afirma tal cosa. De hecho, si Juan se hizo cargo de María tras la muerte de Jesús, tal y como afirman las escrituras, la habría reconocido si llega a ser ella la protagonista de su visión. Pero no entremos en debates teológicos. Los artistas con frecuencia mezclaron esta descripción dada por Juan junto con la Asunción de María. Es por eso que en muchas representaciones de la llamada "Inmaculada Concepción" la Virgen aparece con un manto azul subiendo al cielo acompañada por ángeles mientras dirige su mirada hacia lo alto, como en este lienzo de Francisco Herrera el Mozo que data de 1670.  

  La Inmaculada Concepción de Francisco Herrera el Mozo

Sin embargo, lo que nos interesa a nosotros poco tiene que ver con los ángeles que la ayudan a subir a los cielos. El motivo por el que defendemos que esta iconografía está tomada del paganismo es la luna. Esa luna en cuarto creciente bajo los pies de María es una referencia a todas las diosas lunares de tradiciones anteriores, bajo el velo del cristianismo. Tenemos un eco a la titánide Selene y a la diosa Artemisa de la antigua Grecia, a Mama Quilla en la cultura inca del antiguo Perú, a la diosa maya Ixchel de la antigua Guatemala, a la deidad africana Hina, o a Rona de la cultura maorí neozelandesa. Después de todo, el Apocalipsis fue escrito en torno al siglo II d.C., y responde a todas las características para ser considerado parte del corpus mitológico cristiano. Juan no se inventó nada, sino que se inspiró en deidades femeninas de culturas anteriores para representarnos a una diosa "vestida de sol" (es decir, protegida del dios padre), con la luna bajo sus pies (es decir, cumpliendo su parte en la cosmogonía) y coronada de estrellas (reina del cielo). Hay gente que dice que esa luna en realidad es el símbolo del Islam al que María, en representación del cristianismo, aplastaría. Pero eso es absurdo. En primer lugar, porque cuando Juan escribe el Apocalipsis en el siglo II el Islam ni siquiera existe (ya que Mahoma vivió en el siglo VII d.C.). Y en segundo lugar, porque la media luna y la estrella (que no es tal, sino que se trata del planeta Venus) no se convirtió en símbolo del Islam hasta la llegada del Imperio Otomano. De hecho, estrictamente hablando la creciente y la estrella tampoco representan al Islam, sino que eran los emblemas del Imperio Otomano durante los siglos XV y XVI, cuando tenían bajo su dominio a la mayoría de las naciones en las que se practicaba el Islam. Así que no, esa luna no representa ni al Islam ni al Imperio Otomano. Es simplemente, y así lo considero, un reflejo de los antiguos cultos vinculados a las divinidades paganas de la Luna. Pero hay una cosa más en esta iconografía que nos remite a esas antiguas tradiciones espirituales de veneración de la Diosa. Un elemento que no aparece en ninguno de los lienzos donados por Plácido Arango pero que es relativamente frecuente en las representaciones de las Inmaculadas. Me refiero a la serpiente, que representa Tiepolo en este lienzo de 1769. 

  Resultado de imagen de guernica to gernika


Tiepolo representa a María con numerosos símbolos de la Diosa: el ángel-Eros, las flores (lirios y rosas) y plantas, la luna y la serpiente con un fruto en la boca. La serpiente es, probablemente, el animal peor interpretado de la historia de la simbología. Cualquier lector que vea esta imagen pensará de inmediato en la sepriente del Edén, con el fruto del Bien y del Mal (aunque esta "serpiente" sea más parecida a un dragón). Y es que tanto el reptil como el fruto que lleva en la boca son emblemas de la Diosa de nuestros antepasados. Ya explicamos esto en una entrada de ARS OCCULTA (que podéis leer aquí), de manera que no voy a hacer hincapié más en lo mismo. Sólo quiero que pensemos en la llamada Diosa de las Serpientes minoica, en la diosa hindú Manasá, en la propia Ixchel, e incluso Gea en la mitología griega tiene numerosos hijos-serpiente, como Ladón, Erictonio o la inmensa Pitón. Son muchas las diosas de tradiciones paganas que se han asociado a la serpiente. Un animal que repta por la tierra y se oculta bajo ella estaba vinculado a los culos a la Madre Tierra. La tribu de los carnutos, los "guardianes de la piedra", una tribu que habitó las tierras galas antes de la llegada de los romanos; sabían donde levantar sus menhires por la profusión de sierpes en un terreno. La serpiente, denominada woivre, era asimismo símbolo del laberinto, en cuyo centro residía la Diosa, madre de todos. Por eso no debemos ver a la serpiente como un animal taimado, ni mucho menos como representación del Diablo. La serpiente y el fruto del árbol (con alto contenido en agua, símbolo de abundancia) son símbolo de la Diosa que hoy en día se encuentra subyugada. La serpiente habla con Eva, y es a ella a la que entrega el fruto que le otorgará el conocimiento. Es la mujer, y no el hombre, quien domina el intelecto, tal y como dominaba la espiritualidad del los pueblos del Paleolítico y el Neolítico. La mujer es engendradora y dadora de vida. Sin embargo, el Génesis relató que la mujer fue origen del pecado y que había salido de la costilla de Adán, convirtiendo a la mujer en un apéndice del hombre. Además, un apéndice pecador. Fue el hombre quien creó el concepto de "Pecado Original", no Dios. El Génesis fue el principio del fin de la Diosa, identificada en Eva. Sin embargo, esta operación de reprogramación neurolingüística de la sociedad por parte de los sacerdotes del dios masculino no tuvo el efecto total deseado. El culto a la Diosa, a la Madre, estaba muy difundido y arraigado por todo el mundo. Sobrevivió, y ahora tenemos a las María Magdalena, a las Ana, Sofía, Judith, Ruth, Margarita... todas las santas y mártires, todos los personajes femeninos que aparecen en los libros sagrados de las tradiciones monoteístas patriarcales de nuestros días son ecos de esa antigua divinidad femenina que un día habitó los altares de nuestros antepasados. Y su eco más poderoso es, por supuesto, la Virgen María. Esposa y Madre de Dios, Reina del Cielo. Es una diosa con todas las de la ley. Pero no es la primera, sino una de muchas. El Sagrado Femenino, la Diosa, aguarda todavía en el centro del laberinto, esperando su despertar. Lo menos que podemos hacer es, cuando veamos una luna o una serpiente, acordarnos de ella. Porque es ella, la Tierra, nuestro soporte y principal fuente de trascendencia. La serpiente no es su enemiga, sino su compañera.

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"La Inmaculada Concepción", de Rubens (1629)

Imagen relacionada
El laberinto en el suelo de la catedral de Chartres es el recuerdo de que en ese mismo lugar, mucho antes de la llegada del cristianismo, se veneraba a la Diosa. Su talla, negra como las entrañas de la tierra, aún puede admirarse en la cripta

    

   

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