sábado, 7 de mayo de 2016

El espectáculo del Antiguo Testamento en el Arte (I)

La historia de la pintura occidental sencillamente no podría entenderse sin el cristianismo, en todas sus ramas. Las causas de tan sólido matrimonio entre el arte y la religión dan para una tesis, pero en un primer vistazo es evidente que si la segunda descubría en el arte un atractivo vehículo para su mensaje, éste no resultaba menos beneficiado al encontrar en la religión patrocinio y, no menos importante, inspiración. Raro es el pintor que de forma reiterada o al menos en algún momento de su carrera no haya querido retratar algún pasaje bíblico. Los ejemplos son innumerables, así que como una primera acotación nos vamos a centrar ahora en el Antiguo Testamento. La verdad es que no le falta de nada: crímenes espantosos, sexo salvaje, lluvias de azufre y fuego, fenómenos paranormales, venganzas, traiciones y sobre todo mucho espectáculo y efectos especiales. De manera que en la entrada de hoy va una pequeña selección de piezas. No habrá texto, pues poco hay que decir ante la maravilla. A riesgo de tirar piedras contra mi propio tejado, el arte es ante todo una herramienta para lo sensible. No está hecho para ser visto, sino para ser sentido. Así que aquí dejaré ya de hablar y me limitaré a mostrar a los lectores la selección de obras que he realizado. Primero pondré una que esté fuera del museo, para a continuación presentar otra que trate el mismo tema y que se conserva en el Museo del Prado. No sé, quizás sea interesante. Aquí os lo pongo, espero que disfrutéis.


  
"El nacimiento de Adán", de Miguel Ángel (1511). Capilla Sixtina, Roma


"El nacimiento de Adán". Pintura mural de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo 
(Siglo XIII). Museo del Prado, Madrid.

Adán y Eva de Friesz Othon
"Tentación (Adán y Eva)", de Friesz Othon (Siglo XX). 
Museo del Hermitage, San Petersburgo

(Clic para ampliar)
"Adán y Eva", de Tiziano (1550). Museo del Prado, Madrid

"Expulsión. Luna y luz de fuego", de Thomas Cole (1828). Museo Thyssen, Madrid

"Tríptico de la Redención: Adán y Eva expulsados del Paraíso" 
(1450). Museo del Prado, Madrid

"Caín y Abel", de Tintoretto (1552). Gallería de la Academia, Venecia

"Caín matando a Abel", de Frans Francken II (Siglos XVII). Museo del Prado, Madrid

"El despertar de la tristeza", de William A. Bouguereau (1888). 
Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires

(Aquí me he permitido una licencia, puesto que en el Museo del Prado no hay ningún cuadro que refleje este momento. Pero es que, aunque en el Génesis no se hace mención tampoco a este instante, así imaginó Bouguereau a Adán y Eva expresando su duelo ante el cuerpo de su hijo Abel. Una escena con una gran carga emocional para el artista, quien había perdido a su propio hijo poco antes de pintar este lienzo, y que inevitablemente recuerda a La Piedad de Miguel Ángel.)

"El Diluvio", de Leon François Comerre (1890). Museo de Bellas Artes de Nantes

"El Diluvio Universal", de Jan Van Scorel (1530). Museo del Prado, Madrid

"La Torre de Babel", de Pieter Brueghel "el Viejo" (1563). 
Museo de Historia del Arte, Viena

"Construcción de la Torre de Babel", de Pieter Brueghel "el Joven" (1595).
Museo del Prado, Madrid

"La destrucción de Sodoma y Gomorra", de John Martin (1832).
Tate Gallery, Londres

"Lot y sus hijas", de Francesco Furini (1634). Museo del Prado, Madrid

"El sacrificio de Isaac", de Caravaggio (1603). Galería Uffizi, Florencia

"El sacrificio de Isaac", de Andrea del Sarto (1528). 
Museo del Prado, Madrid

"Jacob luchando con el ángel", de Alexander L. Leloir (1865).
Museo Roger-Quilliot, Clermont-Ferrand (Francia)

"Lucha de Jacob contra el ángel", de Luca Giordano 
(1694). Museo del Prado, Madrid


Terminamos esta primera entrada dedicada a las pinturas del Antiguo Testamento con la lucha que mantuvo el patriarca Jacob con "el ángel" (en ningún momento se desvela tal naturaleza), y tras esa lucha Jacob recibirá el nombre de Israel ("aquel que lucha contra Dios") y será el padre de las Doce Tribus. No quiero extenderme más porque tampoco dispongo de tiempo. Espero que los lectores hayan disfrutado con este pequeño repaso de los relatos veterotestamentarios, que seguiremos el fin de semana que viene. ¡Hasta entonces!

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