sábado, 20 de febrero de 2016

El Sueño de Ingres

Sabe Dios que Jean Auguste Dominique Ingres no es santo de mi devoción, y que la exposición que permanecerá en el Prado hasta el 27 de marzo sobre su obra me ha dejado más frío que maravillado. Sin embargo, hay dos cuadros que merecen mi admiración. Uno recibe el título de "Edipo y la Esfinge", representando el momento en el que el héroe Edipo resuelve el enigma que le propone la criatura, evitando así su muerte. El otro cuadro es "El Sueño de Ossián"


Ingres es conocido principalmente por sus retratos. Y es cierto, fue uno de los mejores retratistas de su época. Pero él quería hacer pintura histórica, cantos de las grandes glorias del pasado. Quería ser otro Delacroix, pero nunca lo consiguió. Por eso, cuando recibió la admiración y el apoyo de Napoleón Bonaparte, vio su gran oportunidad. Estaba claro que Napoleón pasaría a la historia como uno de los grandes, e Ingres quería dejar constancia de ello. Por ese motivo, Ingres diseñó este cuadro y su pareja "Rómulo, conquistador de Acrón" para renovar la decoración del Palacio del Quirinal, en Roma, cuando Napoleón regresara triunfal de su campaña en Rusia para sustituir al Papa en su residencia. El triunfo nunca tuvo lugar y Napoleón perdió gran parte de su ejército en las heladas campiñas rusas. Ingres había elegido para Napoleón dos pasajes de sus lecturas favoritas: las Vidas, de Plutarco; y las poesías épicas del bardo Ossián.

Más tarde se demostró que la poesía mitológica de Ossián era un fraude, una recopilación moderna que pretendía hacer pasar las canciones por medievales. Sin embargo, esto no merma la validez del lienzo. Su ubicación debía ser el dormitorio imperial, por lo que el tema del sueño parece muy apropiado. Lo que no parece tan adecuado es el tratamiento de la estética. Ossián aparece reclinado, dormido con la cabeza oculta, su perro a los pies, apoyado en su lira. En el sueño se le aparecen todos los personajes cuyas hazañas más tarde cantará. Los personajes son de un aspecto marmóreo, que Ingres indudablemente trataba de relacionar con la estatuaria clásica. Sin embargo, a pesar del esfuerzo del artista francés por ensalzar la gloria neoclásica de las grandes leyendas del pasado, para un espectador moderno esta pintura deja un sentimiento inquietante por su aspecto alucinatorio, con unos seres fantasmales que parecen congelados en el tiempo... en definitiva, una composición estética mucho más cerca del surrealismo.    

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