sábado, 10 de diciembre de 2016

El debutante, un Ribera dibujante

El Museo del Prado presentó el pasado 22 de noviembre la muestra Ribera. Maestro del dibujo, una exposición organizada con motivo de la publicación del primer catálogo razonado completo de los dibujos del artista. La exposición ha sido coorganizada con el Meadows Museum, que a partir de marzo del próximo año también podrá disfrutarse en Dallas como fruto de la magnífica y productiva colaboración entre ambas instituciones. El objetivo de la exposición, comisariada por Gabriele Finaldi (ex director adjunto de Conservación del Museo del Prado y actual director de la National Gallery de Londres), es ofrecer, junto con el catálogo, una visión completa de Ribera como dibujante y catalogar todos los diseños conocidos de su mano (unos 160).

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La exposición, que ocupa la sala C del edificio Jerónimos, combina dibujos, pinturas y estampas siguiendo un criterio cronológico y temático con el objeto de resaltar la excepcional habilidad técnica del Spagnoletto (Ribera recibió ese nombre porque desarrolló toda su carrera artística en Italia, y allí le conocían así) en el uso de la pluma, la tinta y el lápiz, así como la originalidad de su temática. Para ello se reúnen 52 dibujos, 10 pinturas y 8 estampas, y se incluye una pequeña escultura en cera de un alma en el infierno realizada por su suegro Giovanni Bernardino Azzolino que se relaciona con las estampas anatómicas de Ribera.

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Esos ahorcados en suspensión, esos torturados en el potro de la Santa Inquisición y aquellos tullidos de papada gigante, verruga peluda  y cabeza grotesca que ya asoman a media luz por las paredes del Prado son también el universo de José de Ribera, el Españoleto (Xàtiva, Valencia, 1591 - Nápoles, 1652). O el reverso de otro universo: aquel, más solemne y conocido, en forma de óleos y lienzos, que habla de santos, ángeles e inmaculadas, de martirios y crucifixiones en forma de encargos bien pagados por reyes, nobles y clérigos; ese universo tan ampliamente representado en el Prado con 60 pinturas, algunas de ellas tan populares y reconocibles a primera vista como "El Sueño de Jacob", que tal vez comentemos en una entrada futura.

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Aquí hablamos de otra cosa. Las 71 piezas que componen la exposición Ribera. Maestro del dibujo, "un corpus impresionante y misterioso" en palabras de su comisario Finaldi, vienen no a clarificar pero sí a poner en otro contexto el quehacer y los tormentos interiores del más italiano de los pintores españoles... o puede que viceversa. Aquel querubín que con 15 años había dejado Xàtivay se había plantado en el virreinato español de Nápoles (en aquellos albores del XVII una ciudad hiperpoblada, cosmopolita, influyente y peligrosa) con la misión de aprender la pintura y la mitología clásicas y comerse el mundo. Con 20 años ni Ariadna ni Laocoonte tenían secretos para él. Con 30 ya era un genio.

En total, la pinacoteca española presenta ahora (hasta el 19 de febrero) medio centenar largo de los 157 dibujos que se conservan del Spagnoleto en todo el mundo. El conjunto procede de museos y colecciones privadas de varios continentes, como el British Museum de Londres, el Ashmolean Museum de Oxford, el Museo di Capodimonte de Nápoles, el Teylers Museum de Haarlem, el Museo de Bellas Artes de San Francisco, el Metropolitan de Nueva York, el Museo Estatal de Berlín, y, por supuesto, el propio Museo del Prado (que atesora nueve dibujos del artista), la Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Museo de Bellas Artes de Córdoba.

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Como hemos dicho, la muestra viajará posteriormente al Meadows Museum de Dallas. La versión que irá al museo tejano lo hará con un título distinto a la del Museo del Prado y, siendo más justos, más evocador y hasta puede que más certero: Entre el cielo y el infierno. Los dibujos de Jusepe de Ribera. Porque entre el cielo y el infierno exactamente se movió este pintor español que nunca ejerció en España. Así explica Gabriele Finaldi la trayectoria de José de Ribera en esa frontera y la importancia de sus dibujos:

"Los dibujos desvelan un artista sorprendentemente humano, algo que le hace intrigante y también más complejo. Se interesa por los marginados de la ciudad, los lazzaroni de la calle, los gitanos y los enfermos; le fascina la fealdad y lo grotesco, dibuja viejas con bocios y bigotes y hombres gordos y ridículos, también los castigos de los criminales en las calles y los interrogatorios públicos de la Inquisición. 
Pero también hace santos y dioses, vírgenes y hasta un desnudo femenino, un tema muy poco frecuente entre los artistas españoles del Siglo de Oro. Para Ribera el dibujo constituye una zona privada y autónoma, de hecho, sorprende los pocos dibujos preparatorios que hay para sus pinturas."

  'Cabeza grotesca'.

Hubo quien tachó al Españoleto de pintor que pintaba solo "con la sangre de los santos". Fue, en concreto, Lord Byron en uno de sus poemas. Pese a lo injusto del reduccionismo, no quiere Gabriele Finaldi restarle eficacia a ese mensaje crítico incrustado en la poesía de Byron: "Ese verso es una caricatura muy potente." Ayuda bastante que la palabra inglesa tainted, en alusión a los pinceles manchados (de sangre) hace rima con sainted (los mártires santificados) y ha sido muy influyente en la crítica del pintor. Al mismo tiempo, no hay duda de que sus martirios de santos son muy llamativos por su violencia y realismo, y también sus mitologías, como se puede ver en su obra "Apolo y Marsias", presente en la exposición; en la que el dios Apolo, de una belleza deslumbrante, impone su horrible castigo al sátiro Marsias desollándolo e introduciendo su mano debajo de la piel roja de su pierna.

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Elena Cenalmor, conservadora del Museo del Prado, ha trabajado codo con codo con Gabriele Finaldi tanto en la coordinación del catálogo razonado como en el montaje de la exposición. Explica con auténtica pasión su visión de este conjunto de santos penitentes y enviados especiales al infierno: "Lo que más pinta son santos, en penitencia o en escenas de tortura y martirio, ahorcamientos, algunos de ellos de la Inquisición. No hace juicios, sólo los retrata, es naturalista, sale a la calle y toma nota de lo que ve. Se conservan también bastantes dibujos suyos de hombres desnudos atados a árboles y escenas de violencia entre civiles, venganzas probablemente." Cenalmor destaca las escenas de sátiros, de seres mitológicos con gran expresividad y rasgos muy marcados, de trazo exquisito, seres atormentados pero nunca caricaturescos, de acróbatas, de santos, de gitanos y turcos en Nápoles, de pastores, de personajes defecando, de seres deformes con grandes granos y papadas... "Esta es una tradición que se remonta a Leonardo y que Ribera nunca retratará en sus lienzos, sino sólo en sus dibujos y grabados", explica.

La exposición se cierra con el que muy probablemente fue el último dibujo de José de Ribera, "La Adoración de los pastores", procedente de Berlín. Se cree que lo ejecutó en torno a 1650, casi al final de su vida. Es el trazo de una persona mayor, un trazo tembloroso, una aguada menos precisa que sugiere la proximidad del final pero que conserva la impronta del genio. En la sala de al lado, una sanguina inquietante. Un murciélago sobrevuela dos orejas humanas y parece escapar de la pared. El murciélago aterra. Las orejas se pueden coger con la mano. Los pastores rezan. Entre el cielo y el infierno.

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